Me aburren los eventos

 

Un evento (jurídico, en el caso que nos ocupa), es una magnífica oportunidad de generar marca -de la firma y personal- Se trata de llegar a un colectivo determinado, y «vender» ideas, servicios, novedades… En definitiva, de comunicar algo que el despacho considera valioso para su audiencia.

Y sin embargo, me aburro tanto en los eventos… Más concretamente, y más a menudo, en las charlas, presentaciones, discursos de inauguración… Seguro que te pasa lo mismo. Y tengo la impresión de que para muchos, asistir a esos actos es el precio a pagar por un posible networking, por «apoyar a la casa», o (por qué no), comerse unos pinchitos por la cara… Ponentes incluidos.

 

Los objetivos del evento para la firma.

¿Para qué, o por qué, hace un evento un despacho de abogados? Está claro, y lo defiendo firmemente, que un evento es un elemento magnífico dentro de la estrategia de marketing. Es una ocasión en la que la firma comunica algo que es importante para ella, y para sus clientes. Es una herramienta de transmisión de los valores de la marca súper potente.

Pero, como cualquier otra herramienta, si no se utiliza bien, por las razones correctas, y observando los resultados, utilizarla puede ser como darle a un mono dos pistolas. Como muy bien decían en aquel antiguo anuncio de neumáticos, la potencia sin control no sirve de nada.

El para qué, entonces, está o debería estar claro. El evento debe tener unos objetivos bien definidos, y una forma de medir los resultados tras la celebración del mismo. En jerga profesional, medir el ROI (Return Of Investment) debe ser uno de los objetivos, porque evidentemente la celebración de un evento supone una inversión de recursos (económicos y humanos) importante. Si no hay resultados (o no se miden, que para el caso es lo mismo), no hay inversión, lo que habrá es un gasto. Y digo esto porque si uno de los objetivos es encandilar a los asistentes para vincularlos a la marca del despacho, y resulta que se aburren…

¿Y el por qué? La respuesta puede ser la misma que en el párrafo anterior, pero voy un poco más allá. Me he encontrado en muchos eventos que se realizan por tradición. O para sacarse la foto y que aparezca en los medios. En este último caso, si el objetivo es la foto, ¿por qué no lo escenificas, sin más, y sin asistentes, y ahorras en tiempo y esfuerzos?

 

Los objetivos de los asistentes.

Pensar en los objetivos de los asistentes es algo que debería salir de manera automática. Al fin y al cabo, el evento lo haces para ellos. Qué esperan obtener asistiendo al evento. Conocimiento, información, recolectar tarjetas… O, como decía al principio y siendo burro, comer unos pinchitos gratis y tomarse un vino.

Por supuesto, hay audiencias cautivas. Es el caso de que los asistentes, o muchos de ellos, sean miembros de la propia firma. No confundir con eventos hechos para la plantilla (la cena de Navidad es un caso claro) A lo que me refiero es al papel que juegan como «extras» en la peli.

Quizás uno de los objetivos de los asistentes sea pasárselo bien. Disfrutar aprendiendo, o conociendo gente nueva… Vamos, tener una experiencia que sea agradable y, en el mejor de los casos, memorable. Y sin embargo, yo sigo diciendo que me aburro en los eventos.

 

Las habilidades de comunicación de los ponentes.

Un evento va de comunicar, y hay que tener habilidades específicas para ser un buen comunicador. Existen muchos estilos diferentes de buenos comunicadores, pero, al final, de lo que se trata es de conseguir que la audiencia ha retenido las ideas que quieres transmitir. Y si está aburrida, se desconecta. Así que hay muchísimas probabilidades de que no se lleven esas ideas valiosas en su cabeza. Una forma de comprobar esto es preguntar al acabar el evento, y ver con qué se han quedado algunos de los asistentes.

Con esto no estoy criticando a los ponentes, porque comunicar bien es muy, muy complicado, y para la mayoría de nosotros, algo alejado de nuestras actividades normales. Sin embargo, es triste ver cómo profesionales de primerísimo nivel, auténticas fuentes de conocimiento, se desperdician por no saber comunicar frente a un público.

 

Power point: Ese instrumento del diablo.

Cómo nos gustan las presentaciones en power point. Con sus animaciones, sus colores, fuentes… Nos gustan tanto que las llenamos de contenido, palabras, gráficos… Que, al final, entorpecen el objetivo de comunicación. Si hay muchas palabras, el público intentará leerlas, quitando su atención del ponente.

Con esto no quiero decir que no haya que usar el power point. Todo lo contrario. Es un aliado muy valioso, pero sabiamente administrado. Hacer presentaciones eficaces es todo un arte.

 

Los aspectos ambientales.

El peso de la comunicación recae sobre los hombros del ponente, sin duda, pero el escenario ayuda y mucho a generar un ambiente adecuado para que el público esté receptivo. Al fin y al cabo, en un evento también hay que cuidar la experiencia cliente.

Hablo de escenario en sentido amplio, no solo refiriéndome a la tarima donde se ubican los oradores. Me refiero al continente de la charla. ¿Se ve bien a los oradores y a la presentación? ¿Se les escucha con claridad? ¿Las sillas son suficientemente cómodas? ¿Y la temperatura de la sala?

 

Eventos innovadores.

Para ir cerrando el post: Muchas veces, las fórmulas de los eventos son tradicionales. La conferencia pura y dura. Pero también es cierto que se puede innovar en el tipo de eventos que se llevan a cabo. Uno que me ha llamado muchísimo la atención, y al que me encantaría asistir, es el Rock&Law. Un concierto solidario en el que 10 despachos presentan a sus propios grupos musicales para recaudar fondos. ¿A que es una idea genial?

 

Para acabar, os dejo con un clásico de la buena comunicación: El discurso de Steve Jobs en Stanford. Muy recomendable tanto para ver a alguien que tenía muy buenas habilidades de comunicación, como por el contenido del discurso en si, que muchos encontramos muy inspirador.